Dicen
que la cultura sobrevive siempre a las tempestades, pero en esta ocasión el
panorama es desalentador y preocupante. La situación de excepción y alarma
sanitaria requiere de responsabilidad cívica, y esta es un acto individual que
se convierte en acto colectivo y solidario con su seguimiento. Requiere un
componente cultural.
El sector cultural, en estas circunstancia excepcionales, ha respondido aplicando todas las medidas que desde las autoridades políticas y sanitarias se han decretado, asumiendo responsablemente estas medidas como necesarias y excepcionales ante la situación de emergencia sanitaria, dando prioridad a la salud de los ciudadanos sobre los legítimos intereses económicos.
Los acontecimientos siguen el devenir anodino que marca la inercia de la costumbre y la crispación provocada por los sin ideas. El mundo se desvanece y la realidad sigue el mito de la caverna de Platón. Permanecemos encadenados dentro de la cueva, desde qué nacemos, y solo reconocemos las sombras que vemos reflejadas en la pared que componen una realidad reflejada, imperfecta, líquida.
Vivimos la verdad reflejada en la pared de la caverna, que desdibuja los
acontecimientos importantes que afectan al pacto social. Nos olvidamos con
facilidad del cambio climático y la emergencia ecológica, del aumento de la
desigualdad, de los cambios inevitables de la revolución tecnológica en
nuestros hábitos culturales y, en nuestro modelo productivo, postergamos el debate
sobre la intocable propiedad privada. Arrinconamos la emergencia social
imparable para una parte de la sociedad. que ya vive al margen, y no alertamos
sobre la vulgar situación política con líderes más motivados por la
testosterona que por la tolerancia y la diversidad. Vivimos una combinación de
ignorancia, incongruencia e impotencia.
Nada parece remover las conciencias rebeldes. Todo permanece en su aspecto
líquido, como diría Zygmunt Bauman. En el actual momento de la historia, las
realidades sólidas de nuestros abuelos se han desvanecido, han dado paso a un
mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia,
agotador.
La sociedad civil y el pacto social, que permite y regula la convivencia
entre humanos, permanece adormecido por debates insulsos, llenos de lugares
comunes, de palabras huecas. Las gentes han dejado de reflexionar, de pensar, de
buscar el bien común. El ruido en la comunicación es intenso y ya nadie oye, la
información se llena de falsedades, dogmas y discursos fanáticos e insolidarios.
En palabras del propio Aristóteles,
"así como el hombre, puesto en su perfecta naturaleza, es el mejor de
todos los animales, así también, apartado de la ley y de la justicia, es el
peor de todos; porque no hay cosa tan terrible como un hombre injusto con armas
y poder".
Pertenezco
a la generación que creyó y vivió la necesidad de poner en valor la educación
como única posibilidad de tomar el ascensor social y permitir una mayor
igualdad. Defendí el acceso generalizado a la
educación mediante la extensión de las escuela gratuita y obligatoria. Soy de la
misma generación que entendió la presión fiscal como la plasmación numérica de la cantidad
de dinero que los ciudadanos están dispuestos a entregar al Estado para
sufragar el orden social. Entendí la sociedad del bienestar como sociedad que
buscaba la igualdad y el compromiso. Favorecí la construcción de una
administración pública que repartiera a cada uno según sus necesidades y
solicitara a cada uno según sus posibilidades. Siempre pensé que las leyes que
los seres humanos se dictan para convivir, no son dogmas de fe, que deben y
pueden cambiarse con el devenir de la historia y el avance de las ideas y las
costumbres.
Al igual que las leyes las hacen los humanos, también las cambian los
humanos. Nunca escondí que mi formación y mi pensamiento surgen de la
influencia de las utopías igualitarias que se sustentan en la libertad, la
igualdad y la fraternidad. Pero actualmente contemplo el mundo y todo se
desvanece. Tras vivir toda la transición de la dictadura franquista a la
actualidad democrática, me encuentro otra vez en el punto de partida. Recientemente
decía un amigo, “¡basta de decir basta!”. Qué razón tenía. Una vez más,
tendremos que hablar y oír al distinto, porque el diálogo y las palabras son la
parte esencial de la política, la que hace posible la diversidad y la
diferencia, y son las palabras las que nos acercan al entendimiento.
En este trascurrir
cultural, político e histórico que he vivido, reconozco que las palabras han sido objeto de sueños, de mitos, de
pasiones favorables u hostiles. Las palabras han servido siempre para generar
ideas y estas ideas deben ser utilizadas para renovar las sociedades en sus formas,
costumbres y en sus políticas. Las palabras hechas ideas, si se oyen con
tolerancia y sin distorsionar su significado, cobran valor. Por eso, reitero,
basta de decir basta, hay que actuar utilizando las palabras, dialogando, haciendo
un ejercicio de responsabilidad cívica, ética y democrática que nos permita
renovar el pacto social y rechazar los fanatismos obtusos que convierten la
ruindad en exaltación e intolerancia. Lo digo, una vez más, ¡basta de decir
basta! Actuemos superando el pesimismo de la realidad y pasando al optimismo de
la acción.
Me veo obligado a presentar este acto acompañado por Saramago, por Dios y por Caín, para tratar de seducir a la concurrencia, evocar el pasado y afrontar el futuro, si es posible, con su condescendencia.
Espero que mis palabras leídas -la enfermedad ordinaria de la vejez me obliga- sirvan para el fin para el que han sido concebidas, y si no Dios, Caín y Saramago impidan su desarrollo.
Our Town,by Thornton Wilder, directed by Nicholas Martin
No soy el único desconcertado en estos días de intenso calor veraniego y creo que ha llegado el momento de plantarse y refrescar, aunque solo sea el pensamiento, los argumentos que me ayudan a decir NO a la perplejidad de la situación política actual. Y qué mejor manera de refrescarse que con la lectura de libro “Pensar el siglo XX” (2010), de mi admirador historiador Tony Judt. Son mis argumentos refrescantes frente al desconcierto general.
Teatro, ocio, cultura y audiencias/ausencias en el S.XXI
Conferencia de Esteban Villarrocha en las "JORNADAS TE VEO POR DENTRO 2019" en la Casa de los Títeres de Abizanda (Huesca).
Como decía mi respetado y admirado Emilio Lledó el ser humano es memoria y lenguaje. "Recuerdo y palabra". Por eso hoy, en este hermoso lugar del Pirineos aragonés, en la Casas de los Títeres de Abiznada (Huesca) he decidido leer mis reflexiones, hacerse presente en el escenario con la palabra leída, antes escrita, primero pensada. Porque pensar es esa capacidad humana que nos permite ser críticos y definirnos como sapiens.
"PURO TEATRO" de Esteban Villarrocha (A la intemperie)
El teatro sirve para convocar en asamblea al intérprete con el público, para reunir, en un lugar concreto, las ganas por contar y las ansias por aprender. El teatro sirve para ver y oír en boca de otros una versión adecuada o distorsionada del mundo.